estaba pensando en las comunidades y las pertenencias. hace bastante de eso. cómo uno, para moverse, necesita una coartada, más cuando uno se va quitando lo impune de la inocencia. o a bancarse el papelón de pasar por heidi a los 30.
gran parte del año que pasó fue así. indignada.
sólo basta cambiar el foco para que todo eso no importe nada y tomarse una cerveza en el bar del centro sin necesidad de agarrar el ideario de Rayuela y vestirse de la maga.
me acuerdo todo todo el tiempo de unas ninfas con traje de colegio. aparecieron de atrás de unos verdes en una plaza de recoleta; yo estaba con mi novio extático, mi gran compañero de aquellos momentos de probar todas las cosas. parecía un presagio, algo de otro tiempo que había caído ahí a modo de anticipo. por qué a mí? por qué me preguntaron eso? eso no puede ser una pregunta del colegio. aunque sí, tan perversa.
a veces creo que todo formó parte de mi espanto, anticipatorio y aguafiestas; pilar de mi subjetividad, mi tierra. ¿qué significa resignarse? qué desgraciadas. eran tan bonitas que salieron corriendo luego de mi respuesta, como sabiendo que yo iba a responder sin pensar, que era la pregunta que estaba esperando, que necesitaba de ellas para oírme decirlo.- y necesitaba de ellas para oírme decirlo. como lo desplumado necesita de lo bello, y viceversa.
pero hay un momento en que la antinomia ya no funciona. tampoco eso.
y se siente bien.
quien lo hubiera dicho.