miércoles, 11 de febrero de 2009

los fantasmas del pasado

es común en estos tiempos la mediaticidad de las primeras líneas de un libro de K. Marx, XVIII Brumario de Luis Bonaparte. Nuestra actual presidenta les dio prensa, una y otra vez, para hablar de lo que hay que hacer para que los hechos de la historia no se repitan dos veces; para que la tragedia no derive en farsa; para que se entierren los espíritus de los muertos; para que la espectrología que de ese libro se desprende llene de lirismo a un discurso político.
el brumario de Marx es útil no sólo a la hora de ver la historia en general, se aplica a cualquier tipo de pasado, saldo de estos tiempos: lo microscópico, la microvida, la burbuja. ahí también, mal que le pese a Marx, entran las enseñanzas del brumario.
desde hace 5 años, cuando me fui de la casa de mis padres, mi mamá tomó el hábito de mandarme a tirar las cosas viejas, cada vez que notaba que yo andaba melancólica.
- estás rodeada de muertos- me decía. es cierto que tengo una particular aficción por las cosas de otro tiempo: vestidos de mi abuela, monedas de mi abuelo, carnets de afiliación a gremios de bisabuelos, algunos muebles, cartas de amor, fotos viejas, propias y encontradas, libros..
pero dejar de pensar a esos objetos como restos de una historia que también es mía, para pasar a pensarlos como objetos de gente muerta, es un giro que aún hoy no resuelvo dar. la frontera entre el romanticismo y el morbo.
redescubriendo mi nuevo barrio, el sábado pasado salí a caminar. llegué hasta la costanera sur y me asombró ver tamaño despliegue de gente y actividades.. el gobierno de nuestra ciudad es curioso a la hora de sus formas de manifestafición. entre tanto (linda repercusión sobre la reserva ecológica hará la sonoridad de la clase de aerobics que se dicta en la puerta) encontré un puesto de feria que vendía sólo revistas EXTRA, revista dirigida por Bernardo Neustadt, que tuvo circulación entre el año 1964 y las postimetrías de los 80. quizás fue morbo esta vez, pero no pude evitar comprar una.
La tapa está verdaderamente lograda: sólo 3 colores (rojo, blanco y negro) la foto, mitad foto pose, mitad foto, en palabras de R. Barthes, retórica de las pasiones. son las dos maneras más comunes de las gráficas políticas. la foto pose es el retrato, la foto tomada con aviso; la otra, no. la otra es una foto del protagonista en acción. en este caso, es una mezcla de las dos. está Perón en la tapa de EXTRA. de perfil, en una especie de 4x4, en ese sentido foto pose. pero está sobre un paredón, exactamente del mismo color de grano que su cara. está ahí, no mira a cámara. está ahí, haciendo eso. en ese sentido retórica de las pasiones. El titular en blanco dice: EL DESTINO CITA A LOS ARGENTINOS. sólo basta leer el mes y el año de la publicación, julio de 1974, para saber lo que está haciendo Perón, ahí, con cara de piedra:
(muriendo.)

1 comentario:

León dijo...

Del romanticismo al morbo. No es un giro necesario ni una tarea aplazada, y cada uno deberá hacerse cargo de lo que le suscite.
Alguna vez me dijeron que sólo leo a gente muerta, cuando la realidad es que disfruto mucho más de la estética de otra época.
Es cierto que mis autores preferidos están muertos. Pero no es su carácter de muertos lo que me atrae, sino la época en la que vivieron y escribieron. Los códigos, el lenguaje, los tiempos (en cuanto a velocidad), la ética, la estética, los ideales, los sueños que se saboreaban en otro tiempo lejano. Me siento mucho más a gusto rodeado de ciertos elementos de tiempos remotos que sumergido en los actuales.
¿Cómo ven esto los que me rodean? ¿Cuál es la realidad? La clave está en la interpretación de cada uno ¿o acaso la realidad (o gran parte de ella) no es más que interpretación?
En la simple imagen de un adulto acariciando la cabeza de un niño puede leerse ternura y protección, pero alguien podría ver también perversión. Quizás habría que pensar un poco más en las características que damos al cristal con que miramos, y que esas características las asigna uno por sí mismo, más allá de que también es cierto que somos el producto de una historia, sí, lo sé.
Frente la guerra moderna siempre pienso que las guerras de la antiüedad eran más dignas. Aquellos que se enfrentaban podían verse mutuamente el rostro y la sangre derramada. Pelear en esas condiciones exigía un grado mayor de valentía. Pero no es sólo eso, sino que también existían reglas implícitas que no eran dictadas por ninguna convención y que, sin embargo, se respetaban mucho más que los códigos internacionales de hoy día, porque en ello iba el honor. Alguien podría decir que tengo espíritu sanguinario, pero quienes me escuchan de buena fe saben que lo que valoro en este ejemplo es la hombría y los valores.

Entonces ¿romanticismo o morbo? Supongo que en la interpretación debe haber alguna relación con el grado de romanticismo y de morbo que hay que cada uno. No lo sé, tampoco es mi área de conocimiento y toco de oído.

Pero sí es cierto que genera cierta incomodidad cuando alguien hace responsable a los demás de sus propias interpretaciones sobre un hecho que admite muchas otras.

Si te definís como romántica, así lo creo.